Guisantes

Leila/ agosto 9, 2019/ Actividades/ 0 comentarios

Habitualmente recomiendo a los terapeutas que no tienen mucha experiencia en la parte de huerta o jardín, escoger cultivos sencillos o con los que ya tengan cierta familiaridad. Una de mis recomendaciones son los guisantes, que consumidos en fresco son un auténtico manjar. Es un fruto fácil de manipular, especialmente indicado para las personas que tienen la motricidad fina comprometida. Además es muy versátil. Si no dispones de un huerto, puedes perfectamente utilizar una maceta.

Por si todavía no te habías dado cuenta, ¡la naturaleza es quien nos marca los tiempos! Conociendo el ciclo de la planta del guisante, podemos programar las diferentes actividades que queremos realizar, como por ejemplo: la siembra, el entutorado, la cosecha, etc.

Observa la semilla del guisante. A nivel sensorial podemos centrarnos en distinguir su color, su textura y su dureza. También puedes compararla con otras semillas que tengan diferente tamaño o color. Incluso organizar un juego en el que los usuarios tengan que adivinar a qué planta pertenecen esas semillas.

 

Empecemos por el semillero, podemos optar por ser creativ@s y usar el cartón de un rollo de papel higiénico o hacer nuestras propias macetas con papel de periódico, algo muy típico en Reino Unido (instrucciones). También podemos realizar la siembra directamente, lo que mejor se adapte a nuestra situación. Los guisantes germinan, generalmente, con poco esfuerzo, lo cual resulta muy satisfactorio para los usuari@s.

¿Has probado los brotes tiernos? Son muy sabrosos. Se pueden comer directamente o usarlos para decorar nuestros platos. Cuando estos tengan unos 3-4 cm de altura, puedes cortarlos con una tijera. Intervención ideal para trabajar el área de las matemáticas, por ejemplo.

El porte de la planta del guisante no es erguido, por lo que es necesario crear una estructura para guiarla. Yo suelo utilizar cañas de bambú (se venden habitualmente en los centros de jardinería) para crear una estructura tipo tipi, que resulta muy sencilla tanto para niños como para adultos. Es importante valorar el potencial daño que pueden provocar las cañas de bambú, especialmente si estas quedan a la altura de los ojos. Yo suelo utilizar unos capuchones que se colocan en la parte final y así evitar riesgos innecesarios. A medida que la planta crece, verás que produce unos «zarcillos», que le ayudan a fijar su posición cuando trepan sobre el tutor que le hemos puesto. Para saber más sobre sus cuidados pincha aquí.

El guisante nos dará una cosecha escalonada. Personalmente, me gusta recoger las vainas cuando están ya «hechas» pero aún de color verde, porque el guisante está tierno. Se debe tener especial cuidado cuando se recogen las vainas, ya que podemos dañar el resto de la planta, arrancándola o rasgándola. El terapeuta puede ayudar al usuari@ en esta tarea facilitándole unas tijeras, por ejemplo. Hablo por experiencia propia, por eso creo que es muy importante incidir en este punto y no encontrarse con sorpresas. El usuario puede perfectamente manipular las vainas en verde, sacar el guisante y, quizás, comerlo directamente. ¡Qué mejor forma de fomentar una alimentación saludable! (uno de los objetivos que se persigue dentro de las terapias Green Care)

Si tu huerto es ecológico y quieres autoabastecerte, deja unas cuantas vainas en la planta para recoger hacia el final de su ciclo. Podéis diseñar conjuntamente unos sobres chulos para conservar las semillas, venderlas o intercambiarlas.

 

 

Si ya dominas los guisantes, quizás te pueda interesar el guisante de olor (Lathyrus odoratus). No se come, pero nos ofrece un maravilloso aroma. Se parece bastante al cultivo del guiante y las tareas serán prácticamente iguales. Yo suelo tener flores de varios colores, que voy quitando a medida que salen, para que la planta genere más. Escoge un jarrón y a disfrutar.

 

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